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Channel: el blog de kufisto
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EL SALÓN DE TÉ

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La cosa llevaba algún tiempo sin ir bien; más o menos desde que ella había empezado a trabajar por primera vez. Tuvo que marcharse lo suficientemente lejos como para tener que quedarse durante la semana y aquello "afectó nuestra relación", como diría cualquiera.

Y no es que antes viviéramos juntos, no, qué va...Era igual, sólo que ella todavía vivía su sueño estudiantil: hay que ser un experto para diferenciar el ruido real del de fogueo. Las pistolas son tan raras que todas son iguales para los ojos de la gente normal, la que tiene bien jodido el obturador.

A veces, cuando sus acaudalados padres se iban de vacaciones, pasábamos las noches juntos. Y estaba bien, pero no tanto como para que durante el día no me acordara de lo fantásticamente que se está cuando nadie más que tú tiene el mando del televisor.

Una tarde de un mes creciente, no recuerdo cual, tumbado en mi catre de la casa paterna, habiendo acabado la jornada laboral, mortalmente aburrido, tanto como pueda estarlo quien va vislumbrando lo siguiente que le va a venir para quedarse, vi el anuncio de una puta en un canal local, uno de esos que estaban subvencionados al ciento veinte por ciento para dar el parte, chatear mientras sonaban piratescamente los últimos éxitos de la MTV y emitir porno del Platinum X por la noche, también bajo chateo de neuro y medio la tirada, claro, que la Bestia no quiere tu leche, sino tu sangre, sudor y lágrimas.

Se me puso dura y llamé antes de que ese número dejara su lugar a otros, la inmensa mayoría de ellos buscando alguno que lo hiciera por afición, como si las tías fueran del Betis.

No me gustó mucho su voz, pero quedé con ella en la plaza de toros: era de fuera y no conocía el pueblo. Y no hay cosa más grande en uno de estos que una de aquellas, no tiene pérdida. Bueno, sí, las iglesias...pero como que no.

Mi experiencia puteril hasta ese momento se reducía a una vez que entramos a un puticlub de carretera al poco de sacarnos el carnet de conducir. Estábamos bebiendo y alguien dijo de ir de putas. Se cogieron un par de coches y fuimos haciendo el grease hasta nuestro destino.

Una vez allí, se acabó el cachondeo: nadie tenía huevos entrar.

- Me cago en Diosss...-dije yo-

Y pasé.

Ya estábamos todos bien apretados en la desierta barra, preguntándole al peludo macarra de la muñeca de cuero por el precio de los cubatas, "dame un tercio", "quinientas", cuando entre risas nerviosas se nos acercó la puta más vieja que por allí estaba.

Llevaba un sujetador que habría aguantado el juicio de Nuremberg.

Palpé un tanto.

- EHHH...
- Vale, vale...

Y se encaró con el panadero:

- Qué guapo eres...
- Ssssíii...
- ¿Quieres algo?
- Bueno...Es que no sé si tengo...
- ¿Cuanto llevas?
- Quinientas pesetas
- Pues con eso te sales a la carretera y te haces una paja

Tuvimos que irnos del ataque de risa que nos dio.

No me costó encontrar el coche de la puta del chat cuando llegué con el mío a los aparcamientos de la plaza de toros: esta plaza sólo la llenó Curro Romero. Y en feria.

Me subí a su coche con todo el corazón en la polla.

Estaba demasiado gorda. Mucho.

- ¿Donde vamos? -dijo como si fuésemos a hacer un cursillo de manipulador de alimentos.
- Tira por ahí...

La dirigí donde las ovejas cagan sus primeras mierdas secas del día.

- Qué quieres -no fue una pregunta

"Irme", pensé.

- Chúpamela
- Treinta euros
- Vale

Me bajé los pantalones y los calzoncillos y me la comió como el chisme aquel que Homer dejaba al control de la central nucelar cuando estaba tan gordo como para trabajar desde casa.

Me corrí mirando a los molinos de viento.

La vi dos o tres veces más, lo suficiente como para que me confesara que lo hacía para sacar dinero con el que casarse con su hombre, uno que la mataría si supiera lo que estaba haciendo.


Después encontré a otra mucho mejor.


Tanto que llegué a pensar si el mate pastor no sería la mejor jugada de las negras.


Pero...






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