Dicen que la música de Mozart es tan del agrado de las vacas que escuchándola aumentan tanto la cantidad como la calidad de su leche, nada he leído sobre su carne pero es bastante probable que aquellos castratis mutilados para tal menester sean mucho más tiernos y sabrosos que los que nos sirven en bandeja de petróleo, que más parecen haber crecido atronados por Kreator y King Africa de lo duros e insípidos que son. La batalla alimentaria es asunto perdido desde que se dejó el mando en manos de los avariciosos, como tantas otras; sólo nos queda rezar y comer poco para que no nos toque el bicho.
También se asegura que algunas de las composiciones del genio salzburgués son beneficiosas para los enfermos mentales, especialmente entre los epilépticos más graves, que ven reducida muy significativamente tanto la frecuencia como la intensidad de sus crisis.
Iba dando un extraño paseo (no muy bueno pues no me he despertado bien, será cosa del abandono de los antibióticos o de la alergia que ya está aquí) cuando he dado en caer a un colegio público para niños pequeños. Es el último que ha entrado en funcionamiento, está a las afueras, no tiene nombre porque es un número, el 8 creo, algunas veces me he parado a leer su cartelería y, en fin...lo peor de lo peor.
Era la hora de entrada, cosa de la que me dado cuenta antes de llegar, no por mirar el reloj sino porque me han pasado varias madres en sus coches con sus hijitos, algo que me ha entretenido un tanto al verlas tomar una de esas absurdas rotondas que ZP se sacó de la manga al final de su mandato, o lo que aquello fuera, que hay cada que no se le ocurriría ni al que asó la manteca, y esta no es de las peores pero no está muy lejos. Invariablemente la tomaban bien, es decir, por su derecha. y me he acordado de las veces que yo he pasado por allí en coche o en bicicleta: siempre, o casi, lo he hecho por mi izquierda, siguiendo la trayectoria natural, no la artificial, que eso más parece una joroba que ninguna otra cosa. Y de eso se trata, de jorobar tanto al personal que anden por la vida mirándose los pies.
El caso ha sido que había muchísima gente, eran las nueve en punto, me he fijado en una grúa que sobresalía entre todos ellos, están rehaciendo no sé qué mierda por todo el pueblo, aunque más parece como cuando éramos pequeños y le decíamos a madre que íbamos a estudiar en la habitación y nos dedicábamos a leer el Mortadelo: sólo era necesario tener el oído atento para oír sus pasos y guardarlo bajo la almohada, "muy bien, hijo mío" decía con una gran sonrisa, "sí, mama" contestabas con cara de un cierto sufrimiento. Y se iba y volvía lo bueno. Como nosotros con Europa. Pero a veces te pillaba, a veces no hacía ruido porque había oído risas, y uno no se ríe cuando estudia. Y se enfadaba. Como se enfadarán quienes nos tienen cogidos por los huevos, que una cosa es ser tonto y otra parecerlo.
Pero lo que ha llamado mi atención no han sido ni las madres ni los escasos padres, no miro a nadie en según qué sitios, sino el estruendo que provenía del interior, algo ensordecedor, tanto que más podía eso que el Brahms de mis auriculares (por cierto, otro que no me dice gran cosa) y echando un rápido vistazo al pasar al otro lado de la puerta de entrada he visto a los enanos como formando malamente antes de entrar a clase, o como ahora se llame, dando botes y riendo, bailando esa jena, gritando como si estuvieran en un after, ante los risueños ojos de las madres que en grupos se dividían, tal que si estuvieran animándolos a seguir haciendo el mono, que no hay como ver a tu madre reír para saber que lo estás haciendo bien...Coño, aquello era un jodido pandemonium.
He doblado la esquina y me he encontrado a una que llegaba tarde, un tanto acelerada ha hecho bajar a sus dos hijitos, iba tan arreglada como si fuera un sábado noche, incluso con tacones, seguro que el tío de la grúa ha babeado al verla, pero yo no.
La tercera B del triunvirio estaba empezando a cansarme, lo he quitado y he puesto mi música, enseguida ha saltado la primera y su famosa tocata y fuga, y menos he tardado en recordar la opinión que tenían de esa música las mujeres que me criaron, "eso parece la música de Drácula", o "quita al fantasma de la ópera ese...pon algo marchoso, algo para bailar..."
A la gente le gusta la música sólo si es para bailar o reír, aunque no le hagan ascos a echar una lágrima si quien la causa es lo suficientemente guapo y le canta al desamor como lo haría un pastel de chocolate a quien lo hizo...pero yo no.
Ya lo suficientemente lejos, concentrado en la música, he recordado un vídeo del tema en el que un ordenador dibuja en diferentes colores las miles de notas al mismo tiempo que van sucediéndose, algo mágico, es como si vieras la música, como si te hablara el sol que hoy, ¡ay!, se ha tomado el día libre.
Y he recordado a aquellas sabias vacas, y la mezcla me ha hecho pensar si algunos no descenderemos de ellas y los toros, que más embisten por los pasodobles que por las muletas y los cuchillos, seguro, y cayendo en los monos me he convencido de que nada tengo de ellos, que un mono es capaz de bailar y reír escuchando reggaeton, pero seguro que se pone a sacarse los mocos si le pinchan a Wagner, cuando no le ataque a su profesor. O profesora.
¿O sólo porque anden medio erguidos ya tenemos que descender todos de ellos?
No. Yo vengo de la vaca.
Y doy mi mejor leche cuando estoy lejos de los monos.