Al principio creí que era cualquier otra cosa, un ratoncillo, un...yo qué sé. Pero se trataba de un pájaro, un gorrión, tuve que tocarlo para cerciorarme, pensé en un caracol cuando ya estaba agachado a pocos centímetros de él, era de noche y la luz de la farola más cercana apenas alumbraba para diferenciar una cosa de la otra, o puede que sea mi vista, jamás ha sido de águila. Para nada, oyesss...
Apenas reaccionó al ponerle el dedo encima, no sin cierto melindre, nunca me he fiado mucho de lo encontrado en la calle, pero no se movió, parecía como si estuviera muerto de pie; le di otra vez y a la tercera o cuarta se hizo torpemente hacia la pared de la casa, más corriendo que volando, me incorporé y me quedé mirándolo un rato, también le eché un vistazo a la calle, no vi a nadie a pesar de que apenas eran las diez y pico, le quité el tapón a la botella de agua que siempre sale conmigo a pasear, lo llené y se lo dejé a un par de palmos, quizá tuviera sed, era tan pequeño y hacía tanto calor...
Estaba cerca de donde iba, ni treinta metros me separaban de una pequeña placita lindante a una iglesia en la que me fumo el cigarrillo cuando salgo por la noche. Me senté en el primer banco, uno al que apenas separan tres metros de una casa, y pensé lo raro que era hacerlo precisamente ahí, tan cerca de alguien aunque estuviera oculto, más aún cuando el resto estaban desocupados, bueno, salvo dos de enfrente que sentaban a un pureta y a una pareja de viejos. No había acabado de liar el cigarrillo cuando vi que ya se habían ido, "mejor" pensé, quizá ellos pensaron lo mismo, después de todo el extraño era yo, y en fin, hay tanto malo...Si fuéramos con un cartel colgando, una pizarrita de esas, "acabo de darle el tapón de mi botella de agua a un gorrioncillo perdido y sediento. Ahora la llevo al aire, con el riesgo que ello conlleva. Todo sea por..." Yo qué sé.
Empezó a sonar el "Dazed and confused", versión en directo, veintitantos minutos, de hecho había puesto el disco entero al poco de salir, cosa rara, me acordé de la rubia que paseaba a un par de perritos, una cuarentona de buenas carnes con casi todas las papeletas gastadas, yo estaba meándome vivo, en serio, es lo que pasa si te comes dos kilos de sandía, y pese a andar casi junto al descampado me corté de hacerme a un lado para adentrarme en la penumbra poligonera, así que apreté el pasó para dejarla lo suficientemente atrás, aunque ni miré, la cosa ya era insoportable, lo hice tras unos matorrales, algo estúpido, ya no se veía una mierda, pero la costumbre es así, estúpida, que parece que no haces nada si no lo haces como siempre. Me dio tiempo a fantasear que ella llegaba por detrás, con sus perroratas, "hola, cariño...déjame ver lo que tienes ahí..." Me cambié de acera al verla regresar por donde había venido.
No había llegado a fumar la mitad cuando me levanté para irme, no cogía el punto, todo estaba demasiado cerca, me había equivocado al elegir, ya no había remedio ¿Cómo era aquel dicho ruso? "quien pierde un segundo, pierde una eternidad" Los rusos son andaluces sin sol.
Estaba a punto de reanudar el camino cuando al coger la botella de agua me acordé del gorrión, "a ver si se la ha bebido", fui a verle y comprobé que no se había movido de su sitio, estaba igual que al encontrarlo, sólo que un poco más allá, al menos ya no corría peligro de ser pisado, pero uno salvado no te asegura llegar a viejo, sólo al siguiente, que no es poco, nada lo es mientras andamos por aquí, esperando tanto como los negros que ven Algeciras a lo lejos, aunque eso sea algo que va curándose con la enfermedad.
No la había tocado, el tapón estaba hasta el borde, "¿qué coño le pasa a este gilipollas? ¿habrá visto Agorrión, la cólera de Horus?..." Pensé en los gatos callejeros, en los perros, si es que todavía queda alguno suelto, en los canis, en las chonis, en los múltiples hijoputas que pueblan el basto mundo, y no es errata, llegué a considerar peligrosas hasta a las lagartijas, desaparecidas hasta ayer, el otro día me lo preguntaba, "¿donde cojones están?", como las abejas, o eso dicen, es el Apocalipsis por la falta de bichos, el caso es que venga ya, que algunos parecen desearlo más que ninguna otra cosa, a tal extremo nos ha llevado el exceso de comodidad y tiempo libre.
En fin, que temiendo se liara a darse cocotazos con la pared lo atrapé como si fuera una hormiga, que ya es triste en un pájaro, y lo puse sobre una rama de un árbol cercano.
No tardé dos minutos en regresar para llevármelo a casa. "Este es capaz de dejarse comer por una oruga moribunda"
Creo que unas chiquejas se dieron cuenta, tuve esa impresión al pasar por la otra acera, pero estaba tan concentrado en salvar al pájaro tonto que no eché cuentas, aparte que Jimmy ya andaba por la sección "satánica", la del arco de violín. Apreté el paso como si estuviera cagándome y encomendándome a todos los santos pedí porque le permitieran llegar vivo a mi casa.
Me fijé por primera vez en su cara al subir en el ascensor, la tenía de viejo a pesar de ser muy joven, como esa rara enfermedad, luego pensé que todos los pájaros tienen cara de viejos, de siesos, de sobraetes, será cosa del pico y de volar por encima de todo el resto de bichos vivientes. No me gustó, y de haber sido de otra forma a como soy lo hubiera espachurrado allí mismo.
Lo primero era dejarlo en un sitio seguro, y no hay mayor caja fuerte en mi casa que la cocina, por el gato, ni se dio cuenta que traía invitados, apenas sobresalía su cabecilla de mi puño, que no es precisamente el de Tyson, que digamos, aparte que estaba en su estado natural, tirado como Megan Fox, que es llegar julio y creo que cuenta los pasos que da, es tan pelón...
Intenné, Gúgel, "¿y como busco yo esto?", gorrioncillo abandonado...gorrioncillo perdido...gorrioncillo idiota...gorrioncillo suicida...El primero
Y apareció una entrada como de molde. Cliqué y se me vino el Universo encima: eso era peor que ser padre viudo al parir. "Me cago en la putaaaa..."
Le salvó que vi como se le podía alimentar con pienso de gatos, no de periquitos, que esa era mi idea, darle mijo, pero por lo visto es como si nosotros comiéramos petróleo crudo, que del otro estamos hartos, así que fui a la habitación del Gato Cabrón y le robé siete galletas, "especial esterilizados", siete y sólo siete, número mágico, el Secreto está en la Numerología y tal...Las eché en un vaso de agua y esperé a que se ablandaran, sudando como un cerdo, había cerrado la ventana no fuera a ser que viéndose salvado le diera por volar a lo Mojamé Atta, la verdad es que le daba un aire, sí...Intenté darle agua con la yema mi dedo, el hijoputa no abría el pico, me acordé de las madres que les meten la cuchara a sus bebés como si fueran de madera, yo no puedo coger a una criatura de esas sin pensar que es de cristal, de hecho no las cojo, pero esa imagen me animó a apretarle el pico, con cuidado, eso sí, que hace mucho tiempo que no toco si no es con los billetes por delante o bajo ineludible juramento, y de ese modo logré que abriera su puta boca alguna que otra vez y por muy poco tiempo. Me vino a la cabeza Felipe de Edimburgo, era igual, clavao...
Después hice una plasta con las Siete Galletas del Gato y allí se las dejé, en un plato junto a su tapón de agua, dentro de una camita que le había preparado con la bandeja de tomates del Carreful y un par de servilletas de papel como colchón. Él, mientras tanto, miraba los azulejos de la otra esquina.
Y allí seguía esta mañana, "más que suficiente", he cogido el tapón y lo he tirado a la basura, el plato al fregadero no sin antes deshacerme con indecible asco del mejunje que contenía, voy a tirarlo en cuanto llegue a casa, yo no utilizo eso ni para poner el tarro de la miel.
"Ven aquí, cachocabrón"
Hemos bajado en el ascensor, lo he puesto en el asiento del copiloto, he bajado las ventanillas, "¡qué más da!", he vuelto a subirlas dos segundos después, le he dado al contacto y han saltado los Black Sabbath al 22, inmediatamente lo he bajado al 4, luego al AUX, él estaba igual, tieso, bien derecho, casi le pongo el cinturón de seguridad...
De camino a su calle, quitándole el tiempo cronometrado a mi súper, iba echándole un vistazo de vez en cuando, a punto he estado de llevarme por delante un par de retrovisores, y ahí seguía, como si todo lo mío le importara una galleta de gato capao.
He aparcado. Ya no estaba.
"¡Coño!"
Y buscando lo he encontrado junto a la puerta de su asiento, debajo de una vieja botella de agua podrida.
Lo he cogido igual que ayer.
Pero ha salido volando en cuanto he cerrado la puerta.
Adiós, Dizzy, que así decidí bautizarte mientras ibas a mi casa en la mano que cagaste.
¡Ay si me hubiera dado cuenta antes de llegar...!
Ná.
Ni así.