Estaba a punto de tumbarme en el sofá cuando vi que el gato estaba tumbado en el suyo, sobre la manta. "¿Y si salgo a pasear?" pensé. Todavía era temprano, apenas habían echado a andar las nueve de la noche y si me quedaba en casa no hubiera habido más que leer algo y fumar unos cigarrillos, y esto en el mejor de los casos. Así que no le di más vueltas y decidí salir a dar una, que uno piensa las cosas y acaba por no hacerlas, y últimamente más, que casi me da miedo lo fácilmente que vas acostumbrándote a dejar de hacer las cosas que siempre has hecho, cada vez me cuesta más salir a la calle, ya no lo hago sin el tabaco y eso que ando poco más de la mitad que hasta hace cuatro días.
Pasé a la cocina para coger la basura que debería haber tirado ya hace un par de días. De hecho, al llegar esta tarde de trabajar, me sorprendió la cantidad de mosquitas que pululaban alrededor de la bolsa que tenía colgada de la silla: fue moverla y aparecer una nube de ellas. "Me cago en la puta...No pases, Suerte, que te comen" le dije al gato. Me hizo caso. O quizá se hizo caso a sí mismo.
Anoche me pasó algo curioso con él mientras veía a un cura de los de antes en el ordenador.
Se acercó al sofá donde yo estaba tumbado, alzó sus patas sobre él y estiró la cabeza para que se le acariciara, cosa que hice, faltaría más, no puedo negarle nada a un gato, se venden tan caros...Al menos el mío. Pero lo curioso, lo sorprendente, fue que una vez que se cansó para irse a tumbar en el suelo me miré las manos y vi que estaban limpias de pelo: ni uno. Y no diré que fue como si viera a un platillo volante, pero casi.
Hará una semana que mi madre compró un spray para gatos, "para la salud de su pelo" como leí poco después de esto que os estoy contando. Y lo he notado, en verdad que sí, ya apenas se le ven esas moñas tan feas, tan apelmazadas; veces han habido que se las he cortado con unas tijeras. Ahora luce todo su pelazo lustroso, brillante, y todo por un spray de Mercadona...No sé los años que habrá estado en ese estado. Hasta que dejó de venir mi asistenta y empezó a hacerlo mi madre:
- El gato tiene el pelo mal, te va a pegar algo
- Qué me va a pegar si no ha salido de aquí en su puta vida
- Bueno, yo te lo digo
Mentí. Salió un par de veces: una para ponerle las vacunas a los seis o siete meses (y porque me obligaron las que me lo trajeron) y otra para caparlo. "Ya te llamaremos para las próximas vacunaciones" me dijo la veterinaria. Pero yo no cojo teléfonos que no tenga registrados. Y los que sí, a veces.
Yo, la verdad, paraba poco en casa por entonces, así que el gatillo creció con pocos mimos, puede que incluso viniera de serie, realmente nunca ha sido cariñoso, aún de pequeño. En aquel tiempo todavía venía gente por aquí. Y a todas les sacaba las uñas cuando le tocaban los cojones, que era casi siempre.
Normalmente me busca en invierno, con el frío, cuando me tumbo en el sofá con la manta y el brasero. Entonces sí. Viene, alza sus patas delanteras, me mira a los ojos y se sube a mi estómago en dirección hacia mis piernas; le hago un hueco y él un ovillo. Y no me muevo hasta que no me queda más remedio. Soy su radiador. Y no me parece mal.
Pero durante esta última semana apenas lo había acariciado, he estado leyendo y uno no puede agarrar un libro de mil páginas con una mano, coño, por lo que se tenía que conformar con restregarse con el tomo II de las obras completas de Dostoyevski, pronto se cansaba, después de todo tengo más tacto que unas tapas duras.
Es por todo esto mi sorpresa de ayer al comprobar que por primera vez no me había dejado su rastro.
Lo llamé, "ven...ven..." Vino y lo agarré para subírmelo al pecho, lo cogí bien, el pobre se puso tieso como un palo, los ojos como platos, no se lo esperaba, intentó desembarazarse pero no pudo, dejó de mirarme como si supiera que así me despistaría, pero no, yo quería tocarlo como en los anuncios, llevármelo a la cara y todo eso, hacerle mimos, el cura y el otro ya me tenían frito, yo sólo quería hacer lo que se supone hacen los demás que tienen gatos. Pero no tenía la cara de los suyos, no...Así que me corté y lo solté, se revolvió en el suelo y volvió a mirarme desde una distancia prudencial. Y poco después empezó a limpiarse como si le hubiera caído lluvia ácida por encima. Y antes de salir a pasear me vengué echándole una buena rociada de spray en el último pegote que le quedaba justo donde le comienza el rabo. Se volvió loco de rabia. Pero hoy ya no lo tenía. Ahora sí que parece un gato de los de la tele, aunque sólo sea por fuera. Por dentro...ya lo cambiará la vejez.
Pero estábamos con la basura, sí...
Bajé las tres bolsas hasta arriba de ella, tanto que pasé de coger el correo que saltaba a la vista. Además que era un aviso de Correos, todavía no he tenido uno que sea bueno, como tampoco me he encontrado a nadie en mis miles de paseos, algo que pensaba mientras me ataba las zapatillas sin mucha convicción, "aquí no va a venir nadie, Kufisto, tienes que salir..." Sí, pero...seguimos empatados.
Me fijé en el primer bar, uno que hace poco ha sido reabierto por unos chavales jóvenes, ya estaban cerrando, "estos no duran ni cero coma", cierran los lunes, abren a las nueve de la mañana...Sólo es una pantomima para engañar a sus papás. Tanto lo iba pensando que no me di cuenta de una pareja conocida que estaba apenas diez metros delante de mi, iban con su hija pequeña, son clientes, él fue amigo de la infancia y ella un lío de hace veinte años, una muchacha a la que le gustaba mi pose destroyer, creo que me tenía por nazi, ella era judía, según me confesó. Recuerdo que me miraba raro cuando nos lo hacíamos en el coche. No sonreía ni nada, simplemente me miraba fijamente, con la boca entreabierta, entonces yo la agarraba y le metía bien la lengua. Mucho tiempo después se ennovió con este chaval, se casaron y como él venía con sus amigos ella tuvo que venir también, ni me miraba, a mi me hacía un poco de gracia, incluso pensé que quien fue mi amigo lo sabía, que se lo había contado ella o se había enterado por ahí, desde entonces no me mira igual, pero bueno...El caso es que esta noche no tenía escapatoria, hubiera quedado fatal de haberlos evitado, además que iban mirando a su pequeña que iba detrás de ellos, como jugando...
- Buenas noches, pareja -les digo bajo los cascos en plan profesional. El negocio es el negocio-
- Adiós, Kufisto
En el parque casi me arrollan un par de chavales con sus bicicletas y sus gorras ladeadas, uno de ellos me mira como perdonándome la vida, como si fuera un viejo de mierda. Poco después vuelven a superarme por detrás, no sé si dicen algo, voy escuchando a los Beatles, esta tarde me han pasado dos copias de los discos que ha empezado a entregar El País, ¡como suenan!...Me salgo por la puerta de siempre y entro en la noche casi absoluta, es un tramo que apenas está iluminado y hoy no hay luna. Veo que un tío alto va a tomar el mismo camino, me fijo que lleva un perro suelto y al verlo reconozco a su amo, un tipo de mi edad que casi atropellamos una vez y encima estuvimos a punto de inflarlo a hostias, conducía un amigo que lo había dejado la novia y estaba medio ido, creo que en tiempos de mi relación con aquella, con la judía, ¿o puede que fuera con la proto-perroflauta? una tipa siete u ocho años mayor que yo que me miraba como si no hubiera nadie más en la Tierra, o al menos en el pueblo...Qué años más locos.
Desde aquel frenazo nos miramos mal, solemos cruzarnos por ahí, él con su perro orejón, pelón, manso, tal que el amo, aunque al menos no anda con el culo apretao, que es cosa de verlo, parece como si llevara algo bien dentro. Y ahí estamos, andando casi en paralelo en la casi más completa oscuridad. Él va más rápido pero tiene que pararse de vez en cuando para llamar a su único amigo, hace años que no le veo con otro, el animal no hace más que caminar olisqueándolo todo, a veces se para y se pone a escarbar, algún amago de venir hace mi, "verás..." Casi acabando el ineludible trayecto compartido, ya un tanto alejados, diviso la figura de un corredor. Y al tenerlo más cerca, con los ojos ya acostumbrados a la situación, reconozco a un chulo putas de aquellos años, uno que hizo la mili conmigo, o yo con él, que por algo estaba antes. Y ahí lo tienes, corriendo un viernes por la noche, cosas de la figura, siempre lo veo corriendo, se conserva bien, tiene que hacerlo para seguir viviendo de las mujeres, es su oficio, "hijoputa..." Llegando a lo claro, pero aún en lo oscuro, me adelantan un par de dos por el carril-bici, van andando, o casi marchando, me doy cuenta de quienes son al verlos de espaldas ya en la luz, van hablando animadamente, uno es otro chulo-putas cuarentón, pero al menos trabaja en algo, cosas de deportes, claro, y el otro es un cincuentón casado con una mujer que me recuerda a la madre del jevi satánico de Carabanchel al que una tarde que mi ex y yo pasamos al bar que siempre íbamos ella lo vio besándose con el jefe, un chulo-putas de marca mayor, uno que dio el braguetazo, un ser lleno de vicio, uno que acabará follándose no sé, un oso polar, no sé qué coño le pasa a la gente, o a algunos, será que el exceso de cocaína produce monstruos..."¿Lo has visto?", "el qué", "SE ESTABAN BESANDO", "venga, coño", "¡que sí!"...Pero desde entonces no les he vuelto a mirar igual. Y poco después dejamos de ir a ese bar.
Culo apretao por fin le pone la correa a su amigo, por fin nos podemos separar sin yo tener que desviar mi camino, cosa que agradezco aún más al ver que los otros dos siguen la misma senda. Pero al enfilar la avenida veo que la pareja la coge por la otra acera, "esto es demasiado" me digo sonriendo. Otra vez en paralelo, paso de mirar, salta When my guitar gently weeps y me olvido un tanto, aunque no lo suficiente: decido volver a casa sin haber dado cumplimiento a la mitad de mi paseo.
Atajo por un paso estrecho, de frente viene una lolita, sola, supongo que de regreso a casa, puedo sentir su temor, paso siquiera de mirarla y fijo la vista en el suelo, pensando en lo que voy a escribir. Salgo a la paralela y me dirijo hacia el 24 horas a por hielo y unos puros. Estoy a punto de llegar cuando vuelvo a cruzarme al tío del perro, "no puede ser...no podía venir por aquí...habrá entrado al parque por una puerta lateral..."
Compro lo mío, empieza A day in the life, el bar del principio ya está cerrado, apenas son las diez, "todavía no habrán salido los del Mercadona", no me gusta verlos, ni verlas.
Tengo suerte, ahora salen un poco más tarde, ya no están tan contentos. "La Secta", les llamábamos en sus buenos tiempos, ahora están comiendo mierda como los demás. Y a callar.
Abro la puerta de mi bloque y vuelvo a tener más suerte, no tengo que llamar al ascensor, paso de recoger el correo y subo a mi planta, a la última.
Ya no hay bichos en la cocina, voy a dejar la ventana abierta toda la noche, a ver si el frío acaba con los que queden.
Acabo de servirme la primera copa justo cuando termina "Un día en la vida"
Pero la historia de hoy es gracias a esta: