Desde que empecé con esto he tenido clara una cosa: tienen que ser cinco minutos. Ni uno más.
No fue algo premeditado (soy aún peor haciendo planes que leyendo mapas), simplemente fue saliendo así, sobre la marcha, al encuentro, sin buscarlo, que no hace falta ir por la vida como si no pudiera haber otra, y aunque así sea, ¿por qué tantas prisas?, ¿acaso naciendo hombres nos han convertido en conejos? ¿hemos cambiado la Cruz de la esperanza por un reloj que no sabemos adonde nos lleva? ¿conocemos mejor cual es nuestro destino ahora que casi es mejor no pensar de donde venimos? ¿yo un mono? ¿tú un conejo? ¿Y Alicia? ¿qué hemos hecho con ella? ¿podremos seguir la historia sin quien nos imaginó? ¿no es aún más absurdo todo esto?
Cinco minutos, aunque te lleve seis días crearlo, que no es mi caso: hora y media, dos, alguno ha habido que se me fue a las cuatro. Y fue de los peores. Pero uno es dueño de su tiempo, no del de los demás. Cinco minutos: "tú también eres nadie"
Por esto fue que anoche no pude evitar sonreírme ante la inocencia de un colega: no se le ocurrió otra cosa que colgar un catapacio de un tornillo más flojo que los de Jack Torrance. Y claro, las respuestas no se hicieron esperar: a la yugular y a la que esté más allá. Nadie se lo leyó y todos se rieron de él, algunos con gracia, otros no tanto, pero es tan fácil destruir, cuesta tan poco hacer daño cuando sigues la línea blanca...Yo le di cinco, parecían bien escritas, pero el terror no es mi rollo. Y menos aún cuando antes de empezar la sexta bajé la página por curiosidad. Aquello no tenía fin. Se había equivocado al menos en dos cosas: en el complemento circunstancial de modo, sobretodo, y en el de lugar. Son los riesgos de hablar en la plaza. Que se lo digan a Zaratustra, que hubo de esperar a que cayera un muerto del cielo. Con lo bien que está uno en su montaña...
La segunda partida del Campeonato del Mundo de Ajedrez parecía haber comenzado con otro aire distinto al gloryholesco de ayer, más sano, más natural, no por nada Anand ha abierto el juego con el peón de rey, tan sepultado como está entre la élite por el de dama, no así entre los aficionados; entre nosotros sigue siendo el más popular: el ajedrez del pueblo sigue siendo como el coñac aquel. Pero ayer el joven noruego ni abrió de rey, ni de dama, sino de caballo, cosa que cada vez está más de moda entre ellos, y esto me hizo pensar en Arrabal y su teoría de que el ajedrez marca el signo de los tiempos, desde Philidor en el XVIII y sus "peones son el alma del ajedrez" previo a la Revolución Francesa, hasta el eclipse fischeriano del 72 como dando sepultura al sueño inocente de los sesenta: definitivamente no eran reinos para este mundo. Y la apertura de caballo es la del futuro que ya llega: el de las máquinas, el de los cyborgs, el transhumanista. Ni pá ti ni pá mi, ni de rey ni de dama...de caballo, que dicho sea de paso es la única alternativa válida. Todas las demás opciones son inferiores.
En el ajedrez hay defensas que obligan a las blancas, es decir, que desde la primera respuesta ya no puede ser de otra manera nada más que esa. Y una de estas es la Caro-Kann, nombre que me hace recordar al Quijote y su explicación del de su amada, ¿o era Bender, el robot borracho de Futurama, hablando del de sus calzoncillos? Una de las múltiples curiosidades de nuestro juego es que el nombre de la partida no siempre lo ponen las blancas, las que lo empiezan, sino que más o menos estará en un ten con ten, pues si estas definen los omnipresentes Gambitos de dama, o aperturas Catalanas, o Inglesas, no es menos cierto que las negras tienen a su disposición un número aún mayor de ellas, como las defensas Indias de rey o de dama, las Rusas, las Españolas, las Sicilianas o las de jugandores legendarios como Alekhine o, menos, Pirc y los susodichos Caro-Kann, que eran dos, ¿no se han escrito libros de mierda a pachas, como Lapierre y Collins? no van a poder crearse buenas defensas de ajedrez entre dos...Y a fe que lo hicieron bien.
Antes de seguir, ahora que lo pienso...abriendo de rey, en la mayoría de las ocasiones, quien decide el nombre de la partida son las negras. Y no tanto abriendo de dama.
Sí, todo parecía presentar otro aspecto esta mañana, todo lo importante, lo del tablero, que lo demás estaba igual que ayer: Anand imperturbable, tan seguro como un árbol, Carlsen haciéndole perder el pie a su peón en c6 (ayer fue el bolígrafo en su primera jugada de caballo...), la chica de aquí abajo haciéndoles fotos dentro de la pecera (ya no está tan bien, ay...), los indios salvajes haciendo lo mismo desde el otro lado del cristal, porque es para verlo, por no hablar de los polis que los controlan, que parecen sacados de "El expreso de medianoche", el joven vikingo se les ha quedado mirando cuando han empezado a echarlos una vez transcurridos los primeros cinco minutos, parecía como si fuesen a darse de hostias, cosas de llevarlas a cualquier sitio, cosas de la Transición Universal, no os quedéis cortos...
Y casi que lo mejor ha sido mientras estaban haciéndoles fotos, han jugado una línea fuerte, casi al toque, de doble filo, con enroques opuestos, que suele ser algo así como Rocky contra Apollo Creed, o contra Mr.T, o aquel ruso feo, o su puto hijo, que estando Rocky por medio hasta la Madre Maravillas tiene que tirar de bardeo...Pero no, ha sido llegar el momento clave, el jodido gong en forma de cambiamos las damas o vamos a saco y..."mejor otro día, ¿vale?" Y tablas unos cuantos movimientos de madera después. Y ya van dos partidas que no han hecho ni media.
Luego, por la tarde, he estado leyendo algunos comentarios de los aficionados, que si a partir del martes empieza lo bueno, que esto era sólo de tanteo, que ya se han sacudido los nervios, que patatín, que patatán...Como si tuviéramos por delante 24 partidas, como se hizo toda la vida del antiguo Dios.
Pero no, ahora son doce, doce, que hay que mantener el interés de los medios y tal, como si el ajedrez los necesitara, como si no pudiera existir sin ellos, como si hubiera nacido ayer, como el juego ese de la petanca sobre el hielo, que es para verlo, ni me acuerdo de su nombre, pero sí de que van dos tíos moviendo las escobas alrededor del trayecto que hace una piedra lanzada por un tercero, con un par, sí señor, creo que es hasta deporte olímpico, sí, en algún sitio lo he tenido que ver, también quieren hacerlo con el ajedrez, como si lo necesitara, como si su existencia dependiera de salir desfilando bajo una bandera por un estadio lleno de gente con televisiones en lugar de cerebros, la madre que me parió...Y así les pasa a esos dos, que están acojonaos de tan pocas como son.
Y la gente, la pobre gente, que diría Dostoyevski aunque en otro tono de haber vivido en estos aciagos tiempos, traga y da como soluciones hacer lo que el fútbol con los tres puntos, que es algo como ver a una Von Bismarck medio borracha colgada de un chulo en un sarao marbellí, o, simplemente, abandonar el ritmo clásico de dos horas por jugador (tan aburrido) y hacerlo a media hora, o quince minutos, mejor cinco, ¡qué coño!, ¡¡¡UNO Y DOS SEGUNDOS DE BONIFICACIÓN POR JUGADA!!!, ¡¡¡QUE VUELEN LAS MANOS SOBRE EL TABLERO!!!, con una buena conexión, claro, que no se perdiera detalle...pero qué coño de detalle...Eso no es ajedrez, eso es como si en los antiguos monasterios, esos lugares mitológicos donde dicen que se transmitía el saber sin faltar a una sola coma, en lugar de estar en ello se hubieran puesto a ver quien lo terminaba más rápido. No sé, por ejemplo el Beato de Liébana, ese que conocemos todos los que alguna vez hemos tenido la desgracia de leer periódicos, "venga, hostia puta, que los del monasterio de Avranches ya han traducido hasta el maldito Necronomicón, y nosotros aquí, con esta puta mierda, muertos de frío y comiéndonos los mocos mientras ellos están tocándose los huevos en Córcega, al sol, a gastos pagados por el archi-duque de...", "pero es que...", "¡tú, vete a leerle al venerable Jorge, por listillo!"
Vale que sean cinco minutos tuyos...pero a cambio te llevas horas de mi vida.
Y en el ajedrez no puede haber una sola coma fuera de lugar.
En caso contrario...mejor nos ponemos a darle a las escobillas.
Son tan monas.